18 de enero de 2007

Mi muñeco

Con el entusiasmo de recibir un regalo que no se espera, así lo abrí, con todas mis fuerzas. Dejé que la euforia y la felicidad me recorrieran todo el cuerpo.
Díganme, ¿qué más preciado y querido que el muñeco de los sueños? Ese que siempre ví desde la ventana o en los brazos de otras niñas pero que nunca logré tener.

“Ropa de moda para cambiar. Es interesante y hasta le gusta cocinar. EL NUEVO PRÍNCUPE AZUL DE LAS NENITAS”

¡¡¡Al fin!!! Lo tenía en mis manos, rompí la caja y lo saqué a la vida.
Ya era mío, y lo mejor de todo, llegó cuando menos lo esperaba.
Reluciente, educado, inteligente, cariñoso, MÍo.
Diferente a los demás muñecos que había tenido, este era maduro, tenía sus ambiciones, esperanzador, me hizo creer que había encontrado el muñeco perfecto, me quitó el miedo, me hizo sentir libre.
Con el paso de los días ya lo adoraba, no podía imaginar como había podido jugar antes de tenerlo. Boté mi caja de juguetes, los esqueletos de los otros muñecos, los legos, los trastos, el rompecabezas que me sacaba de la tristeza y aburrición en la que me sumían los otros muñecos, hasta mis libros. Cuando llegaban mis amiguitas, me decían que tenía suerte, que al fin uno de los muñecos era lo que todos esperaban.
Pero...


Un día, mi muñeco se perdió.
Lo busqué por todo lado y no lo podía encontrar.
La desesperación me invadió.
Y la tristeza me arruinó la búsqueda.
Sin darme cuenta apareció. Sobre un cajón de arena se encontraba tomando el sol.
Ahí estaba,
no se había ido,
me dijo que todo estaba bien, que no tenía porque estar triste, que nada había cambiado. Pero yo me di cuenta, él ya no era el mismo, sin embargo me tranquilicé.
Con los días las cosas empeoraron, a ratos no quería jugar conmigo, no me hablaba, o simplemente estaba de malas.
Mis peores males se materializaron cuando de nuevo no lo puede encontrar.
Mi reacción: me senté a observar el espacio vacío que había dejado.



Mi muñeco ya no estaba.
Su garantía y certificado de calidad no me servían para nada.
Me había engañado.


Como la más cruel pesadilla, mi historia se repetía de nuevo, como un círculo vicioso una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.
Mi muñeco se había marchado.
El nuevo príncipe azul de las nenitas se había convertido en mi más reciente intento fallido de felicidad y esperanza para la casa de muñecas.
Con más accesorios, más brillante, mi último muñeco había resultado ser como cualquier otro de la producción en masa que me había tocado en la vida. Una simple pieza de eslabón que nunca me ha dejado jugar en paz.


Negación.
Rabia.
Impotencia.


Después de un tiempo pude llorar.


Ayer finalmente salí a la calle.
Con miedo de poder verlo por ahí en los brazos de otra nena, jugando.
Decidida entré a la tienda.


Al llegar a casa empecé a armar mi nuevo rompecabezas.
¿Los muñecos?... A lo mejor el próximo si sea de verdad

5 comentarios:

Amorexia. dijo...

Quizás el próximo muñeco, cuando encuentres uno que no te haga desechar tus rompecabezas o tus libros... mientras tanto sigue armando... leyendo y escribiendo, todo el apoyo, y la vida sigue...
Un abrazo.

Rénton dijo...

En realidad las tiendas ya no ofrecen munecos como los antes. . .las munecas tambien son espejismos. . . Que tan dificil sera aprender a vivir sin munecas?. Yo a esta altura ya lo estoy considerando seriamente

Salud
Rens

Floriella dijo...

No, no, no, no. No se puede vivir sin muñecos (ni ustedes sin muñecas a no ser que se decidan a tener muñecos... que no creo). Lo que sí se puede es aprender a quererlos sólo lo necesario para que no duela tanto cuando se les ocurre desaparecer.

Warren/Literófilo dijo...

Los muñecos siempre pero siempre nos acompañaran, todavía acuño mis Gi Joe y mis Hi Man, ¿lindo no?

Atina dijo...

Di pos si... El rompezabezas es toda... con el cubo rubik! Jejjej
Pero si, vivir sin ellos no se puede, amaestrarse no me parece la solución tampoco, mejor gozarla y ya!
Pero bueno, no se!